Por estos pagos son una rareza, pero en ciertos comercios avícolas especializados pueden conseguirse. Nosotros probamos los de Grafer, un establecimiento agroecológico en las afueras de Cañuelas que tiene su puesto en el Galpón de Lacroze, donde despacha pollos, embutidos y otros productos de granja. Cuestan 6 pesos la unidad, precio que a priori puede parecer excesivo pero que, si tenemos en cuenta que la docena de huevos orgánicos de gallina cotiza —en el mismo mercado— entre 24 y 29 pesos (y que los de ganso los triplican en peso y dimensiones), el número termina sonando razonable.

En el tamaño radica la diferencia más notoria con los huevos convencionales (y con los de pato, que también ofrece Grafer). Además, se caracterizan por ser más “yemosos” (la yema, anaranjada y de sabor intenso como consecuencia de la alimentación a base de granos, es proporcionalmente más grande), de cáscara más dura (los cascarones vacíos suelen tallarse o pintarse con fines decorativos) y clara más firme.

En líneas generales, el gusto no varía mucho del de su par gallinesco, y las formas de cocinarlo y comerlo son prácticamente las mismas. En el plano nutricional se repiten las similitudes (constituyen un buen aporte de proteínas y minerales), aunque el de ganso presenta una contra que obliga a consumirlo en dosis moderadas: contiene, en proporción, mayores niveles de colesterol.

¿Probaste huevos de ganso? ¿Y de otras aves? ¿Cuáles te gustan más?