Lamentablemente para los amantes del asado, conseguir carne de pastoreo en Argentina es cada vez más difícil. En los últimos años, como bien expone Soledad Barruti en Malcomidos, la soja fue copando la mayoría de las tierras productivas mientras el ganado era confinado a los modernos corrales de engorde, donde —entre otras cosas— permanece prácticamente inmóvil y recibe una alimentación ajena a su naturaleza, a base de granos.
El resultado se ve en el plato: cortes más grasosos y pálidos, menos tiernos y sin el sabor intenso que le dio a nuestros bifes fama mundial.
Pero las diferencias no son sólo estéticas o perceptibles al paladar: la carne de feedlot también resulta menos nutritiva y saludable que la obtenida de ejemplares criados a campo abierto, mientras que su producción conlleva un impacto ambiental superior y, si cabe la comparación, somete a los animales un mayor sufrimiento. Un fenómeno análogo al que se da entre el salmón de criadero y el salvaje (este último, como te contamos, imposible de conseguir en Argentina)
Pero, ¿cómo reconocer cuando estamos frente a uno u otro tipo de carne? ¿Y qué parrillas porteñas se jactan, todavía, de servir genuinos cortes de vacas alimentadas a pasto? Las respuestas, en este interesante post del blog gastronómico Fondo de Olla.