En la jerga vegetariana suele abusarse del recurso de bautizar comidas con nombres que remiten al vocabulario carnívoro, acaso como una estrategia para que la transición a una dieta libre de ingredientes animales resulte menos traumática. Así, en las góndolas conscientes podemos encontrar desde “bifecitos” de seitán hasta “queso” de almendras o de cajú, pasando por hamburguesas de legumbres o la inclasificable soja texturizada que algunos paladares piadosos e imaginativos decidieron llamar “carne vegetal”.
Lo cierto es que, en términos de sabor, en la comparación entre el alimento original y su sustituto veggie casi siempre gana el primero. The Impossible Cheeseburguer se propone romper esta regla.
“Amás la carne y el queso. Por miles de años, hemos confiado en los animales para producirlos. Nosotros encontramos un modo mejor: usamos plantas para elaborar los mejores quesos y carnes que vas a probar en tu vida”, promete —exageración mediante— desde su sitio web Impossible Foods, la compañía encargada de desarrollar el producto.
Fundada por un bioquímico de Stanford, la empresa apuesta a poner la ciencia y la tecnología al servicio de una alimentación más sustentable y nutritiva, imitando con sorprendente realismo el gusto y la apariencia de una hamburguesa con queso clásica. De hecho, el medallón de falsa carne vacuna hasta luce jugoso como uno de verdad.
Por ahora se trata de un prototipo, pero la idea es comercializar próximamente la “hamburguesa imposible” a gran escala en el mercado yanqui. Los cultores de lo natural y lo auténtico quizás se resistan a probarla, pero seguramente habrá más de un ecofoodie dispuesto, vencida la desconfianza inicial, a darle una chance.