«Suelo estar en contacto con hombres que, habiendo pasado su vida produciendo y cosechando cacao, nunca han tenido la oportunidad de saborear el chocolate que se consigue con su producto. Entonces uno de mis primeros pasos, aunque luzca algo frívolo, fue llevar su chocolate a regiones a veces olvidadas de la mano de Dios, para que esos hombres rústicos supieran en qué termina su trabajo».
La frase es de Santiago Peralta, fundador de Pacari —el chocolate orgánico premium de Ecuador— y ferviente impulsor del comercio justo y el desarrollo sustentable.
A miles de kilómetros de allí, en Costa de Marfil (mayor productor y exportador mundial de cacao en grano), el panorama para los agricultores cacaoteros del país africano no difiere demasiado del que describía Peralta. Sus condiciones laborales suelen ser bastante duras y, para la mayoría, el chocolate todavía constituye un bien de lujo, inaccesible.
En el marco de un informe sobre las paradojas de la industria global de este commodity, un periodista estadounidense se propuso compartir una barra de chocolate con un grupo de campesinos marfileños que, pese a llevar varios años en esta actividad, nunca antes habían podido degustar el resultado final de su trabajo.
¿Te imaginás sus reacciones? Miralas en este video: