Son más naturales y saludables. Conservan la fibra del salvado y todos los beneficios del grano entero. Aportan menos calorías y más nutrientes. Tienen un sabor definido e intenso y generan saciedad: no necesitás bajarte dos platos XL para sentirte lleno. Pero pese a ello, por esos caprichos de la industria alimenticia que durante décadas nos ha vendido el mito de la pureza de los refinados, las pastas integrales todavía son un nicho marginal en las góndolas. Una rareza, al menos por estos pagos, donde el imaginario pupular las sigue asociando a regímenes para adelgazar o dietas para deportistas de alto rendimiento. Y donde nunca prosperaron los intentos por producirlas a gran escala (Matarazzo incursionó años atrás en el rubro con unos dignos spaghettis, discontinuados).
Ahora, con el auge de la alimentación natural, las pastas integrales están saliendo del ostracismo gastronómico. A sus reconocidas propiedades le suman un creciente potencial gourmet que las aleja del estereotipo de comida de hospital.
Son el lado B de las pastas y exhiben argumentos de sobra para convertirse en tendencia en el planeta foodie. Si estás en plan de comer sano, descubrir nuevos sabores o simplemente darle un descanso a tus fideos de siempre, probá con estas alternativas que recomendamos en la edición de marzo de revista JOY (página 38) o mirá la nota en su versión digital acá.
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