Hoy, 1º de octubre, se celebra el Día Mundial del Vegetarianismo, una buena ocasión para compartir esta nota que empieza así:
Hubo un tiempo, no tan lejano, en que los (pocos) restaurantes porteños de cocina vegetariana eran, parafraseando el título del clásico filme de Ettore Scola, “feos, sucios y malos”. Solo los frecuentaban los miembros de la entonces pequeñísima tribu veggie, resignados a masticar bocados insípidos que ningún carnívoro hubiera osado probar. En cualquier hospital se comía mejor.
Hoy, la ecuación no solo se ha modificado: en algún punto, hasta se invirtió. Muchos de los chefs más creativos de la ciudad adscriben a esta corriente, que asoma como un nicho fértil para la experimentación culinaria, la innovación y el uso de ingredientes nobles y naturales. Mal que les pese a los puristas de nuestra arraigada tradición vacuna, la movida está copando Buenos Aires.
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