Con un 71,3% de su población adulta excedida de peso, México encabeza las estadísticas de obesidad en Latinoamérica. Pero además ostenta un dudoso privilegio: se trata del país con mayor consumo per cápita de bebidas azucaradas, nada menos que 163 litros anuales.

“En este país hasta los profesores de educación física están gordos”, dijo el epidemiólogo Enrique Goldbarg.

Estos datos, y el colapso en el sistema de salud que la situación ha provocado (tres de cada cuatro camas de hospitales están ocupadas por pacientes con problemas vinculados al sobrepeso), llevaron a las autoridades a lanzar un plan para cambiar los hábitos de un pueblo en el que, como graficó un epidemiólogo local, “hasta los profesores de gimnasia son gordos”.

El paquete de medidas incluye la aplicación de gravámenes a “refrescos” (como llaman allí a las bebidas carbonatadas) y snacks, limitación de la publicidad de comida chatarra en medios masivos, información nutricional más clara y visible en las etiquetas y restricciones a la venta de golosinas y gaseosas en las escuelas.

El programa ya despertó críticas. Las primeras y más obvias llegaron desde las empresas del sector, que ven amenazada su rentabilidad ante los nuevos gravámenes. Pero además, varios expertos advierten que encarecer los precios no basta para desalentar el consumo significativamente y a largo plazo. Los detractores de la iniciativa aducen, también, que faltan acciones de fondo en materia de promoción de la actividad física, y que no se ve una estrategia integral orientada a concientizar sobre la importancia de llevar una dieta saludable.

Para conocer más detalles del nuevo plan mexicano contra el sobrepeso, leé esta nota del diario El País de España, o escuchá el comentario de Carlos Ulanovsky en Radio Nacional.