La agricultura tradicional, intensiva y transgénica busca, entre otras cosas, uniformizar la apariencia de frutas y verduras. Producirlas a imagen y semejanza del estereotipo que a los consumidores nos tienta: homogéneas, simétricas, brillantes, sin manchas ni pozos.
Sin embargo, siempre algunos ejemplares que escapan de la apariencia convencional se cuelan en la cosecha. Eso sí: rara vez llegan a las góndolas de los supermercados, que las “discriminan” —ya sea a ojo o, como en Europa, sometiéndolas a un sofisticado software que, escaneo mediante, baja el pulgar a las menos “aptas”— por considerarlas poco atractivas para sus clientes, pese a que sus propiedades y sabor no presenten alteraciones.
En la era de los alimentos de diseño, la imagen manda. Pero una fruta no es una prenda de vestir: en este caso, las supuestas fallas de origen no son más que un reflejo de la diversidad de la naturaleza, de sus caprichos y azares. De hecho, en la producción orgánica o agroecológica no encontraremos esa falsa “perfección” estética que predomina en los comercios del ramo. Donde otros creen adivinar un indicio de mala calidad, los cultores de la alimentación sustentable ven una virtud. Son minoría: casi todos buscamos la manzana más linda, el tomate más rojo y redondo.
Todo esto viene a cuento del lanzamiento de Defective Carrots, un libro fotográfico que está dando que hablar en el mundillo gastronómico. Su autor, el británico Tim Smyth, recopiló imágenes de zanahorias descartadas por ser consideradas “ópticamente deficientes”, no aptas para el ojo del consumidor promedio. La publicación se presenta no tanto como un alegato en contra de esta práctica selectiva sino más bien como una bizarra colección de postales curiosas, grotescas y hasta graciosas, por su reminiscencia a ciertas formas humanas.
Como sea, queda claro que, si bien algunas de estas hortalizas se desechan por no estar en las mejores condiciones para su ingesta, la mayoría si cumplen con los requisitos nutricionales y sanitarios y aún así terminan arbitrariamente condenadas por su aspecto, configurando una suerte de apartheid vegetal con costos altísimos y desperdicios innecesarios.
Mirá la galería de fotos con algunas de estas zanahorias «defectuosas».
¿Qué opinás? ¿Comprarías la zanahoria de la foto? Bugs Bunny seguro que no.
No. Como hacès para rallarla.
PARECE UNA CHOTA MUTANTE